lunes, 13 de septiembre de 2010
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez Mantecón (Moguer, Huelva, 23 de diciembre de 1881 – San Juan, Puerto Rico, 29 de mayo de 1958) fue un poeta español, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1956, mientras permanecía en el exilio desde su segunda patria, Puerto Rico (donde también vivieron exiliadas otras renombradas figuras peninsulares, tales como Pau Casals y Francisco Ayala).
He aquí unas breves poesías de él:
Nubes
Echado en nubes azules,
paso la tarde, embriagado
del aroma fulgurante
de la flor de mis estrellas
entre el vuelo inmenso y dulce
de mis pájaros celestes...
Echado en nubes azules.
No voy, porque estoy ya.
No vengo, porque ya estoy.
Estoy en las nubes blancas,
que antes veía pasar
desde la ladera tierna,
en horas de eterno encanto...
Estoy en las nubes blancas.
¡Azules nubes y blancas!
¡Qué bien le viene a mi cuerpo.
su redonda vaguedad,
entre pájaros y estrellas,
que un día me pareció
lo imposible en el azul!
...¡Nubes azules y blancas!
Juan Ramón Jiménez
Riqueza de la noche
Riqueza de la noche,
¡cuántos secretos arrancados
de ti, cuántos por arrancarte;
-ninguno el tuyo, el nuestro, noche!-.
¡Oh, goce inenarrable,
hundir la mano en tus entrañas,
remover tus estrellas!
Y...¡luminosos roces de otras manos que buscan tesoros!
Juan Ramón Jiménez
Infancia
¡Infancia! ¡Campo verde, campanario, palmera,
mirador de colores: sol, vaga mariposa
que colgabas a la tarde de primavera,
en el cenit azul, una caricia rosa!
¡Jardín cerrado, en donde un pájaro cantaba,
por el verdor teñido de melodiosos oros;
brisa suave y fresca, en la que me llegaba
la música lejana de la plaza de toros!
...Antes de la amargura sin nombre del fracaso
que engalanó de luto mi corazón doliente,
ruiseñor mío, amé, en la tarde de raso,
el silencio de todos o la voz de la fuente.
Juan Ramón Jiménez
Adolescencia
En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.
(El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.)
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.
(Caían las hojas muertas
en el jardín silencioso,
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos.)
No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
...y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.
Juan Ramón Jiménez
El valle
Doraba la luna el río
(¡fresco en la madrugada!).
Por el mar venían olas
teñidas de luz del alba.
El campo débil y triste se iba alumbrando. Quedaba
el canto roto de un grillo,
la queja oscura de un agua.
Huía el viento a su gruta,
el horror a su cabaña;
en el verde de los pinos
se iban abriendo las alas.
Las estrellas se morían,
se rosaba la montaña;
allá en el pozo del huerto,
la golondrina cantaba.
Juan Ramón Jiménez
No hay comentarios:
Publicar un comentario